Carta abierta de una madre a proposito de los Cadetes del Ferriolense

20 septiembre 2016 | Por lorenzo | Categoria: Fútbol Regional

FUTBOLHemos recibido un escrito en nuestra pagina web la cual publicamos tal como nos la han enviado

 

Copio este escrito de una red social, para que estos que opinan sin saber, lo lean y reflexionen sobre sus comentarios sin sentido.
Escribo estas líneas para explicar los hechos acontecidos en los últimos días en el seno de nuestro equipo. Sin nombres. Sin identificar a nadie. Sin ningún otro objetivo que exponer el menosprecio que han sufrido nuestros jugadores. Lo haré mediante un relato corto. Como si de un cuento se tratase.

Había una vez un club que encomendó a un educador deportivo formar una plantilla competitiva que se formaría en 2ª Regional para, la temporada siguiente, competir en 1ª Regional. El proyecto, de dos años, debía servir para que esta plantilla se cohesionase e hiciera disfrutar a todos con su fútbol. Desde abril, este educador deportivo se puso el mono de trabajo para confeccionar dicha plantilla. Un proyecto del que los 22 jugadores implicados querían formar parte gracias a quien lo lideraba, un hombre de fútbol y de valores. Muchos rechazaron ofertas de otros equipos, incluso compitiendo en categorías superiores, para formar parte de esto.

Y, en unos meses, se había formado una piña, una familia.
El proyecto parecía bueno. El otro cadete, el ‘A’, también jugaría en 2ª Regional tras el descenso consumado la temporada pasada por el mismo entrenador que este año estará al frente de este Cadete ‘A’. Pero a dos semanas de iniciarse la competición, al club le llegó la opción de tener un equipo Cadete en 1ª Regional. Sin pensarlo fríamente, el club aceptó el reto de tener un equipo en 1ª Regional. Y fue ahí cuando el entrenador del Cadete ‘A’ (el mismo que descendió al equipo la temporada anterior) se dio cuenta de que no le valían los jugadores que tenía.

Aprovechándose del trabajo realizado por el educador deportivo que lideraba el proyecto del Cadete ‘B’, este entrenador declaró al club sus intenciones: poder elegir a dedo a cinco o seis jugadores para que formaran parte del Cadete ‘A’. Sin diálogo. Sin consenso. Con autoritarismos. Con imposiciones.

Lo que algunos no sabían es que ya en la temporada anterior ocurrió algo similar. Desde el mes de septiembre, cuatro jugadores del Cadete ‘B’ se incorporaron a las filas del Cadete ‘A’ por petición expresa del hombre que acabaría descendiendo el equipo. En enero, otros dos jugadores del Cadete ‘B’ fueron llamados para formar parte del equipo ‘A’ hasta el final de temporada. Y en los meses de marzo, abril y mayo, otros cuatro jugadores fueron llamados aleatoriamente para ayudar a salvar la categoría al equipo A. Unos jugadores, por cierto, que disfrutaban de unos 5-10 minutos por partido. Al final, el equipo descendió.

Paralelamente y ante la descomposición del equipo, el educador deportivo del Cadete ‘B’ consiguió solventar los problemas a través de un único mensaje: somos equipo, somos piña, somos familia. La temporada finalizó exitosamente para el equipo ‘B’. Incluso los jugadores aseguraron que se quedarían en el club para ayudar a devolver al Cadete ‘A’ a la máxima categoría. Pero cuando vieron que de nuevo sería el mismo entrenador el que dirigiría al Cadete ‘A’, muchos decidieron marchar.

Pero el club decidió apostar por este entrenador. Un entrenador que dio un ultimátum al club: o puedo elegir a los jugadores que yo quiera del ‘B’, o dimito. Este hombre se aprovechó de las buenas relaciones que mantenía con gente importante en el club (muy important€) y lanzó un órdago que la institución recogió. El problema era, para ellos, el Cadete ‘B’. Los jugadores no querían irse con el equipo ‘A’, pues muchos habían rechazado mejores ofertas con tal de poder estar con el educador deportivo que dirigiría el proyecto de dos años del Cadete ‘B’.

Desde el equipo ‘B’, se dieron soluciones al club. Ir dejando jugadores de forma consensuada, rechazar la oferta de Primera y mantener el planning establecido, pasar a ser el equipo ‘A’…pero ya no había vuelta atrás. No se trataba de Cadete ‘A’, Cadete ‘B’ o Cadete ‘Z’. Se trataba de una guerra interna en el club, de un cruce de intereses que acabaría repercutiendo en quien menos culpa tenía: los niños.

A una semana de empezar la competición y con el equipo formado desde abril, ninguna ficha había sido todavía inscrita. ¿El objetivo? Meter presión a los padres, a las madres y a los propios niños para que eligieran jugar con el ‘A’. Sino, tal y como dijo el presidente textualmente, ‘se tomarían medidas con aquellos que no quisieran colaborar’. Tras intentar mantener varias reuniones con el presidente y uno de los hombr€s qu€ más mandaba en €s€ club (quien por cierto, no se presentó a ninguna de las reuniones), la situación seguía igual: inmovilismo total por parte del club y los jugadores y tutores legales sin saber qué pasaría con ellos.

Faltaban dos días para el inicio de la competición. Los padres y madres, junto a sus hijos y al cuerpo técnico, consiguieron que el presidente diera la cara y les explicara qué vibaa a pasar con ellos. Él siguió enredando la situación, alegando que todavía tenía que hablar con el cuerpo técnico del equipo. Un cuerpo técnico que ya sabía, por conversaciones filtradas, que ese era su último entreno con los chicos. No lo decidieron ni los chicos, ni los padres, ni el club, ni el presidente. Lo decidió el amigo del amigo del entrenador del Cadete ‘A’. Un amigo qu€ para €l club, era más important€ qu€ los niños.

Tras acabar el entrenamiento, el presidente comunica al cuerpo técnico que desde ese momento dejan de formar parte del club. Cesados. Destituidos. A la calle. El cuerpo técnico, con el educador deportivo que había juntado a tantos y tan buenos jugadores a la cabeza, comunicó a su plantilla la decisión del club. Los llantos, la frustración y la indignación eran palpables en todos y cada uno de ellos. Porque no querían estar en el ‘A’. Y sabían que el club se cargaba al educador deportivo a dos días de iniciarse la competición con la intención de que se vieran sin equipo y con la única opción de reforzar el Cadete ‘A’.

Pero esta historia, por mucho que parezca que tuviera un amargo final, no tiene todavía una conclusión clara. No se sabe si podrán jugar juntos estos 22 amigos. No se sabe si podrán compartir horas de diversión y buenrollismo. No se sabe si la familia seguirá unida. Al menos, físicamente. Porque ayer, de esta historia, se sacaron dos conclusiones:

La primera, que los clubes que son gestionados por gente deshumanizada, que solo busca el beneficio propio y de los suyos y que no mira por el bien de los niños, acaban quedando retratados y avergonzados ante el mundo. Lo que vivieron estos chicos en dos semanas fue, simplemente, lamentable. Se jugó con ellos, con su futuro, con su derecho a poder jugar con los amigos. Se vilipendió y ninguneó a su cuerpo técnico, a sus educadores deportivos. Se faltó al respeto a los padres. En definitiva, se cometió una enorme injusticia social. Todo, por intereses cruzados. Todo, por guerras internas.

La segunda y más importante, es que estos niños pasarán a la historia. Un grupo de amigos decidió decir NO a las imposiciones de aquellos desalmados que jugaban con su vida. Un grupo de chicos de 13 y 14 años dijo BASTA ante las injusticias que ellos y los suyos estaban sufriendo. Este grupo, de niños y educadores deportivos, demostró ayer que la honestidad y transparencia no se pueden doblegar.

Gracias por el apoyo recibido por todos los que formamos parte de esto.

No es un adiós. Es un hasta pronto.

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