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Sólo alguien con el amor por el deporte y por el tenis podía saltar hoy a la pista del Qi Zhong de Shangái para medirse a su compatriota y amigo Feliciano López en el penúltimo Masters 1.000 del calendario tenístico. Sólo Rafael Nadal, amenazado por una apendicitis que puede explotar en cualquier momento, podía ser capaz de jugar un partido y, además, de plantar cara a un sacador como Feli, cuyos primeros servicios viajan a una media de 200 kilómetros por hora.

Nadal, que lo intentó todo, no tuvo la fuerza suficiente para ganar pero sí para poner contra las cuerdas a su adversario. Perdió por 6-3 y 7-6(6) pero tuvo en jaque a su rival al inicio del segundo asalto, con una renta favorable de 0-3, que luego fue de 2-5. Incluso dispuso de una pelota de set en la muerte súbita de la continuación.

El manacorí, a pesar de jugar sin saque y sin revés, porque en el movimiento es cuando más dolor siente en la zona del apéndice, ajustó las pelotas desde el fondo de la pista cómo sólo él sabe hacer. Los largos intercambios siempre caían de su lado, pero la contundencia de su rival con el saque le dio la manga inicial con una rotura en el sexto juego.

Lejos de venirse abajo y dejarse ir, algo que hubiesen hecho la mayoría de humanos, Nadal demostró una vez más su condición de extraterrestre. Sin fondo físico producto de los antibióticos y la falta de prácticas desde su llegada en Shangái el pasado sábado, el número 2 mundial tiró de raza para remontar el marcador ante un público chino poco consciente de las últimas horas que había pasado Rafa y las dudas que había tenido en el momento de saltar a la pista. marca.com