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Dudu Aouate explicará hoy en una comparecencia pública cuáles son sus planes en el Real Mallorca. La gran incógnita es saber si mantendrá una línea continuista en cuanto a la planificación deportiva o romperá con el pasado. En tal caso, Miquel Soler tiene las horas contadas como entrenador bermellón.

El nuevo manager general, un cargo que le sitúa por encima del director deportivo y del director general, ubica al israelí en lo más alto del organigrama directivo. Sobre el papel las decisiones seguirán tomándose en el seno del Consejo de Administración, pero en la práctica este órgano ya está controlado por Aouate. Tiene silla al representar a una de las empresas de Serra Ferrer, y el apoyo del pobler y del Biel Cerdà durante el tiempo que falte para que formalice la compra del 54 por ciento que reúnen los dos accionistas.

Eso significa que el exguardameta tendrá un amplísimo margen de maniobra para tomar decisiones, por muy traumáticas que sean. Soler es el eslabón más débil de la cadena, y su hipotética destitución podría suponer la dimisión de un Miquel Àngel Nadal que quedaría completamente desautorizado como director deportivo. En ese escenario, también se pondría fina a la breve etapa de Vicente Engonga, nombrado segundo técnico hace escasos días.

«Desde que llegamos con la confianza de Nadal hemos intentado construir un equipo nuevo, con un presupuesto reducido, y estamos poniendo la máxima dedicación, las máximas ganas. Lo que no puedo controlar es si el nuevo manager quiere que haya continuidad o no», sintetizó Soler después de la victoria en el amistoso en Cartagena.

El técnico catalán podría ser víctima del terremoto causado por la irrupción de Aouate –ya se verá de qué magnitud– y de la guerra institucional. El israelí es un hombre cercano a Serra Ferrer, mientras que Soler y su protector, Miquel Àngel Nadal, están en la órbita de Utz Claassen y Pedro Terrasa.

Cuando el alemán nombró al manacorí director deportivo, con el apoyo de Cerdà, estaba convencido de que Aouate no se atrevería a destituirle si un día se hacía con la propiedad del club. Claassen pensó que el prestigio de Nadal le blindaría. Pero Soler no goza de la misma reputación y la cadena puede romperse por ahí.

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