La motivación: cuestión de prioridades

18 octubre 2012 | Por lorenzo | Categoria:

Hace unos días hablando con un compañero, entrenador de un equipo de regional, me comentaba que se encontraba decepcionado porque estando el equipo en una situación delicada en la tabla, acababa de recibir una llamada de su capitán comentándole que no podría asistir al entrenamiento de esa tarde porque debía quedarse con su pareja que tenía fiebre.

En un principio, lo que cualquier persona vería como un acto solidario y de buena voluntad lo interpreto como una falta de compromiso con el equipo y una motivación deficiente como futbolista. Y me explico. Pueden existir casos en los que debido al estado de salud de una persona allegada nos hayamos de perder un entrenamiento, pero entiendo que este caso no es de la suficiente gravedad como para no asistir a una sesión de trabajo. Ejemplos como éste son comunes a lo largo de una temporada en algunos equipos de fútbol y denotan claramente el nivel de exigencia, sacrificio y compromiso que tienen determinados jugadores y su grado de motivación hacia el fútbol.

En ocasiones, afirmamos de forma gratuita que el fútbol es nuestra pasión, pero estas afirmaciones no solo deben expresarse sino que deben ir acompañadas de comportamientos y hechos que sitúen realmente al fútbol sino como nuestra máxima prioridad en la vida en una escala no mucho menor. Se hace difícil encontrar un equilibrio, en algunas categorías, entre las diferentes prioridades de algunos jugadores y el concepto de equipo que tiene el entrenador u otros compañeros de vestuario. Para muchos el fútbol se encuentra como cuarta o quinta opción, por lo que estos jugadores tienen una limitación a nivel de sacrificio y de motivación y no dan su máximo rendimiento simplemente por que no están dispuestos a hacerlo.

Gestionar esto en equipos amateurs no es fácil y muchas jornadas afecta al rendimiento del grupo en competición. Recuerdo hace algunas temporadas, en una situación similar a la de mi compañero, que unos de mis jugadores me comentó a final de semana que no podría asistir al partido porque tenía un bautizo. Reconozco mi profundo ateísmo y el nulo sentido que le encuentro a las tradiciones de la iglesia pero, igual que el motivo con el que empezaba el artículo, no me parece una situación como para perderse un partido oficial, algo que limita a cualquier jugador que aspire a convertirse en futbolista a alcanzar determinados objetivos o llegar a determinado nivel.

Entiendo que uno debe comportarse y exigirse acorde a aquello que quiere llegar a ser y no excusarse en el argumento de que ya me exigiré más cuando llegue.

La motivación viene determinada por el compromiso del deportista con su actividad, por tanto el nivel de compromiso que uno mismo adquiere con su propio rendimiento y con el equipo será equivalente, en gran medida, a su grado de motivación. A nivel cotidiano, se refiere al interés del deportista por la actividad en si misma y su consiguiente gratificación, más allá de los logros deportivos, por lo que si la actividad le supone una gran satisfacción priorizará ante otras y sino es así esas otras prioridades se antepondrán tarde o temprano relegando al fútbol a un plano inferior a otras actividades con la consecuente limitación a nivel de rendimiento y progresión.

En algunos momentos deberíamos mirarnos a los ojos delante de un espejo y preguntarnos hasta donde estamos dispuestos a dar y qué es realmente lo que queremos. Y es tan respetable que el fútbol sea la primera opción como la quinta, ya que cada uno elije libremente sus prioridades en la vida, pero entonces se debe ser consecuente con ello y no exigir después una presencia en el equipo no acorde con el nivel de compromiso ofrecido, entendiendo que cuando alguien se queda estancado en un determinado nivel, la mayoría de veces, es porque uno mismo no quiere más y no porque los elementos o la mala suerte hayan limitado sus objetivos.

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