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Rafa Nadal tiene la ilusión de un juvenil aunque el 3 de junio cumpla 35 años. Una edad que le permite atesorar una valiosa experiencia. Ha vivido todo tipo de situaciones desde que entrara en la élite en la primavera de 2005. No ha salido del grupo del top-10 desde entonces, convirtiéndose paulatinamente en una leyenda del tenis.

Ambicioso en la justa medida de cumplir sus objetivos deportivos, además sale a la pista con la humildad de un principiante, dispuesto a encontrarse problemas, a sufrir con independencia del ranking o las cualidades del rival.

No se fía de las grandes estrellas, de sus rivales más directos. Tampoco de los nuevos tenistas, los que apuntan a estrella. Enseñó los dientes a Carlos Alcaraz, que cumplió 18 años cediendo ante su ídolo, también trituró a un más formado Alexei Popyrin, australiano de 21 años ya 76 del mundo y con el título ATP de Singapur en su palmarés.

Es una lección de presente y también un aviso a medio plazo por si se reencuentra con Popyrin, un mozalbete de 1,96 metros con mucha fuerza y potencial. En su raqueta tiene un ‘cañón’. Fue domado por el rey de la sabiduría y constancia, un Rafa Nadal que encontró rápido el camino para triturar los ánimos de un recién llegado, a quien superó por 6-3 y 6-3 en 1h.20’.

Este viernes, en cuartos de final, un test diferente para el pentacampeón del Mutua Madrid Open, contra el alemán Alexander Zverev, que también figura en el palmarés de este Masters 1000 ATP, o el británico Daniel Evans.

Nadal suma siete victorias consecutivas desde el Godó a Madrid. Está fino con sus golpes, ha recuperado un saque que sólo ha entregado una vez en este encuentro, cuando mandaba 4-1, con margen de error. El sol y el calor acompañan, favoreciendo unas condiciones de pista rápida, en la que la bola del balear brinca con sus alturas y efectos endiablados.