La historia más grave jamás contada

17 octubre 2014 | Por lorenzo | Categoria:

alejandro vidalalejandro vidalHe sido testigo de los últimos cuarenta años de la casi centenaria historia del Mallorca. He visto subastar, en la antigua magistratura de trabajo de la calle Olmos, los derechos de traspaso de sus jugadores; a un futbolista amenazar con una navaja al presidente; al equipo pernoctar con un bocadillo en los bancos de un aeropuerto; a la policía detener a un veterano por percibir el dinero de un soborno; cortar la luz y el teléfono del Lluís Sitjar por falta de pago; el encierro de la plantilla en el vestuario en demanda de sus salarios; y a algunos de sus capitanes acudir a las emisoras de radio para abrir una colecta a su favor.

He visto estas y muchas cosas más, pero confieso que jamás me había encontrado con un desapego tan grande de sus directivos, ni una situación tan extrema como para que la afición, con fama de fría, haya decidido manifestarse en la calle para exigir la salida del club de su Consejo de Administración en pleno.

El mallorquinismo ya no se cree a Gabriel Cerdà cuando afirma que, suscrita la insuficiente ampliación de capital acordada días atrás, abandonará la presidencia y el Consejo. Es lo que se ganan aquellos que suelen terminar haciendo lo contrario de lo que prometen, como se ha demostrado por última vez, no la única, con el caso Aouate.
El mismo recelo existe en relación a Utz Claassen, por idénticas razones que la propia hemeretoca reseña con cruel fidelidad y exactitud. Aunque en este caso se podrían añadir algunas otras porque peor que hacer una mala o buena gestión, es no hacer ninguna, labor en la que tanto el alemán como su correveidile Blum han sido verdaderos maestros.

Creánme, para que los malorquinistas hayan llegado al punto de lanzarse a Ses Tortugues para protestar, es que las cosas están aún peor de lo que todos pensamos y si no, comparen con los ejemplos de los hechos destacados en las primeras líneas de esta columna, por los que ni un solo aficionado pasó de la acera de la plaza de Barcelona.
Alejandro Vidal Diariodemallorca.es

Comentarios cerrados