No existen jugadores malos, sino malos entrenadores.

7 febrero 2013 | Por lorenzo | Categoria:
Hace muchos años tuve la suerte de formar parte de una entidad educativa donde pude adquirir grandes conocimientos porque existía un gran interés por hacer las cosas bien. Gracias a esta experiencia, os puedo asegurar ahora que lo que os cuento, no solo es cierto sino que es clave en la formación de nuestros jugadores.
 
Un momento muy interesante de esa experiencia educativa eran las juntas de evaluación. Formaba parte de un equipo de profesores y cada vez que terminaba un periodo, poníamos notas a los chicos y el jefe de sección, una vez tenía reunidas en un cuadrante todas las calificaciones de cada uno de los profesores, iniciaba una ronda repasando la situación de cada uno de los alumnos. De esta forma, se intentaban tomar decisiones sobre los informes definitivos que se iban a entregar a los padres.
 
Cuando uno de los profesores argumentaba el suspenso de un alumno, en muchas ocasiones se oían quejas de este tipo:
 
no estudia nada, además nunca entrega los deberes, en clase no presta atención, es listo pero es muy vago, etc.
 
Como eran alumnos que yo conocía a fondo, me enfadaba interiormente porque las descripciones eran injustas en muchos casos o con frecuencia, hacía falta profundizar más en estas afirmaciones. Normalmente eran chicos con problemas de atención o de hiperactividad. En otros casos, existía un verdadero rechazo al profesor o incluso temor. También podía apreciarse una perdida del interés por la asignatura debido a lo aburridas que eran algunas clases.
 
En una de estas juntas de evaluación, harto de escuchar tanta injusticia, en plena discusión sobre un alumno, tuve que hablar claro porque no podía aguantar más. Tenía que decirlo aunque esto fuera para muchos una jarro de agua fría.
 
Estoy de acuerdo en la descripción que se ha hecho de este alumno. No presenta sus deberes, es un caradura, está metido en todos los “fregados”. Pero tengo que dejar claro de una vez por todas que no hay alumnos malos. Lo que sí hay, y de esto no se habla nunca, malos profesores.
 
Por un momento, en la sala de juntas se produjo un silencio total que rompió el jefe de sección intentando quitarle hierro a lo que había comentado. Al intentar defenderse alguno de los profesores, pude concretar más mi argumento:
 
Me parece bien lo que dices sobre este chico, es cierto pero… ¿que has hecho tu personalmente para ayudarle? ¿Has hablado con él para saber las causas del problema? ¿Le has animado a cambiar? ¿has pensado que quizá tus clases hay que hacerlas más amenas? ¿O quizá debes reorientar tu método de enseñanza? Has tenido una conversación con sus padres para conocer más a fondo las circunstancias personales por las que pasa este chico? ¿Sabías que sus padres han sufrido un duro golpe recientemente? Que sepas que la culpa de que este chico no mejora es tuya y mía y de nadie más.
 
Por último, y para no dejarme ni un solo punto sin aclarar comenté algo que aunque es opinable su puesta en práctica, la idea es básica:
 
Quizá los alumnos deberían evaluar también a los profesores, sería muy útil para poder comprobar cómo lo hacemos. Y si no son los alumnos, debería existir un comité de evaluación a los profesores. Pienso que en países como en Francia esto existe. Pero aquí en España, el profesor no tiene este tipo de control con lo que se duerme en los laureles y no se preocupa de lo importante que ofrecer la calidad máxima en la enseñanza.
 
Hace muy poco, estuve revisando la película de Karate Kid en la que, en un momento dado, el niño protagonista le dice a su viejo profesor de kárate que él es muy malo para poder competir. La respuesta de su maestro es muy contundente:
 
No existen malos alumnos, existen malos profesores.
 
Me impactó tanto que me motivó a escribir este pequeño artículo que claramente podemos aplicar al fútbol.
 
Si lo que nosotros buscamos es ganar campeonatos desde que los niños son muy pequeños, pensaremos en niños buenos y malos. Me quedaré con los buenos y eliminaré a los malos. Esto lo está haciendo actualmente el Barcelona en sus ligas menores alardeando de una filosofía que no es válida en el fútbol formación:
 
nosotros siempre tenemos que ganar.
 
Si lo que nosotros buscamos es formar a los jugadores que tenemos en nuestro Club nos debe dar igual que sean buenos o malos. El entrenador – formador hará una labor impresionante con todos sabiendo lo que puede exigir a unos y a otros según su nivel de juego.
 
Posiblemente en el pueblo más perdido de la tierra se esté realizando una labor encomiable con los niños que entrenan a fútbol y no se valore porque no gana ligas, porque no destacan pero la formación que están recibiendo los niños en este club es excelente.
 
Sin embargo, los clubes con más solera en España necesitan ganar (dicen ellos) porque piensan que el prestigio en el periodo formativo está allí, en las victorias. ¿Qué buscamos? ¿El prestigio personal y de la entidad o la mejora del jugador? Tu, como padre, ¿qué buscas? Que tu hijo aprenda o que simplemente gane partidos y reciba aplausos.
 
Sois muchos los entrenadores que tenéis las ideas muy claras al respecto y que realmente os dedicáis a enseñar este deporte con verdadera vocación. Vuestro sueño es conseguir que los jugadores aprendan todo lo que vosotros sois capaces de enseñarle. Preparáis las sesiones en base a una programación de calidad, utilizando una metodología adecuada a la edad y contrastada con otros compañeros que tienen los mismos objetivos que los vuestros.
 
Sois personas que utilizáis la motivación como herramienta de trabajo sabiendo que es la mejor fórmula para conseguir el máximo rendimiento de cada jugador. Sois entrenadores que os mostráis pacientes y optimistas cuando las cosas no salen del todo bien y que nunca os desanimáis porque sabéis lo mucho que se fijan en vosotros.
 
Por último, sois muchos los que trabajáis viendo en cada jugador no solo un futbolista sino una persona a la que podéis ayudar muchísimo en su vida. Sois un ejemplo para ellos y procuráis transmitirles esos valores que le servirán para toda la vida.
 
No existen malos alumnos, existen malos profesores.
 
Ante esto, existen otros en cambio, que lo único que buscan es su lucimiento personal, ganar a toda costa para llenar su currículum, para ascender de estatus en el club. Son entrenadores que se muestran muy nerviosos en cada partido, que gritan mucho a los chicos, que los consideran simplemente piezas, instrumentos que les tienen que servir para ascender en su proyección deportiva.
 
Por ese motivo, si el niño “es malo” lo retiro del equipo y pongo a otro que lo busco de otro equipo hasta que no sirva y lo vuelva a sustituir por otro. Voy destruyendo equipos, jugadores…porque todo pasa por ganar este fin de semana, como sea.
 
Los entrenamientos no tienen ninguna programación coherente ya que lo único que buscan en prepararlos a corto plazo para ganar el domingo. A veces, ni existe el programa, lo marca la situación del momento. Improvisamos y nos hacemos repetitivos, aburridos, violentos, antipáticos. No nos interesa en absoluto lo que puede aprender el jugador a largo plazo sino lo que puede realizar en la actualidad para ganar ya.
 
Son esos niños que juegan en los primeros equipos pero que se gastan rápido y no progresan. Niños de usar y tirar. Utilizan una sola pierna, les falta algo de técnica, son muy violentos, aplican todas las trampas que les han enseñado sus entrenadores para ganar sin tener en cuenta lo importante que es la honestidad, el respeto y la deportividad. Pero eso sí, juegan en un “gran” equipo.
 
Y los padres de estos niños, deslumbrados por el brillo del escudo del equipo donde juega su hijo, giran la cabeza porque no quieren ver lo que realmente está ocurriendo. Lo permiten todo porque temen perder “la categoría” en la que está jugando su hijo. Son capaces de aguantar las injusticias que están cometiendo con su hijo porque no tienen el suficiente valor para cortar de forma radical. Y poco a poco su hijo se va quemando hasta que lo recoges en el cubo de la basura.
 
Conozco otro tipo de padres, muy valientes, que han sido capaces de cortar con todo esto sabiendo que pierdes algo pero que ganas mucho más: la felicidad de su hijo. Artur es un porterazo que estaba en la Fundación Marcet y que con 8 años se lo llevó el Espanyol. Le aconsejamos bien pero “la música de las sirenas” pudo más y cedió ante ellos. Acabo de enterarme que un año después ha dejado el Espanyol porque no soportaba aquello. Los padres de Artur no querían ese ambiente y ese enfoque del deporte para su hijo. No valía la pena. Como este caso hay muchos. Niños quemados, desanimados porque lo que ellos quieren es jugar al fútbol y disfrutar. Lo que se encuentran es otra cosa muy distinta.
 
Un día vino un profesor de la Fundación a decirme que tenía un jugador que no rendía y quería sacarlo del equipo y ponerlo en uno de una categoría más baja. Le tuve que hacer ver que quizá no rinde pero que no hay jugadores malos sino profesores malos. Debía pensar cómo conseguir que el niño volviera a rendir como lo había hecho al principio cuando decidió tenerlo en el equipo. Le añadí que no debía importarnos tanto la competición y que debíamos poner los medios para que ese jugador cambiara. ¿Qué es lo que realmente le pasa? ¿por qué? ¿cómo puedo ayudarle?
 
El chico notó el cambio del entrenador. Los niños se dan cuenta en seguida si el entrenador tiene confianza en él o no. Cuando notan que les queremos y que estamos por ellos, su actitud mejora y su rendimiento también. Ahora juega en el equipo con la misma ilusión que los demás. El padre me comentó que el cambio se notó inmediatamente y que ahora iba a los entrenamientos y a los partidos con muchas ganas y eso es lo único que buscan los padres, que sus hijos sean felices con este gran deporte.
 
Este chico, en otro equipo, en uno de esos que solo buscan ganar ya habría dejado el fútbol desanimado porque le habían bajado de categoría, con unos niños que ni conoce ni juegan como él. El niño no era malo, necesitaba únicamente ese empujón que se le supo dar a tiempo.
Francisco Javier Marcet
 

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